viernes, 17 de abril de 2009

LIBRO DE FAMILIA

Carlos X. Ardavín Trabanco : "La difusión es la asignatura pendiente" ( La Voz de Asturias - 19/04/2008 )

Jueves 19 de marzo de 2009 Lne.es » Cultura

JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN
Libro de familia


A pesar de su apariencia enciclopédica, de su intención de no dejar fuera nada de lo que ha sido algo en la poesía asturiana de los últimos treinta años, Poetas asturianos para el siglo XXI no oculta su carácter de heterogénea miscelánea, de desigual obra colectiva. Pero acaban importando menos las limitaciones que los aciertos. Comienza con un espléndido estudio de Luis Bagué Quílez sobre la poesía de Víctor Botas y su relación con algunos poetas contemporáneos. Le sigue un estudio de Araceli Iravedra sobre un autor cuya obra «encaja con dificultad en los parámetros de la historiografía crítica», que «ha sufrido por ello una tan injusta como predecible marginación»; por ello y por su temprana oposición «a la hegemónica poesía de la experiencia, su personalidad autónoma y poco obediente a capillas estéticas, su permeabilidad a algunos registros más bien antipáticos al credo teórico experiencial». Se explicaría así «su exclusión del canon que los engranajes que mueven la vida literaria y su discurso publicitario fueron constituyendo en el último cuarto del pasado siglo». Ese poeta injustamente marginado no es, en contra de lo que algunos malpensados pudieran pensar, Antonio Gamoneda, sino Fernando Beltrán, otro autor igualmente ajeno a los mecanismos del poder y a las estrategias publicitarias. Las diversas formas de la crítica literaria universitaria se encuentran representadas en este libro. Una perspectiva feminista adopta Susana Reisz en su estudio de Berta Piñán. Desde la filosofía se acerca Eloy E. Merino a cuatro poetas contemporáneos; aunque comienza remontándose a Leibniz y su teoría de los mundos posibles, lo que nos hace temer lo peor, resulta muy atinado luego su comentario de algún poema concreto, como «Lo que dijo Jesús esa noche», de José Luis Piquero.

Otros trabajos dignos de mención estudian la poesía de Antón García (José Luis Caramés Lage), Martín López-Vega (Joaquín Juan Penalva), la traducción y los estudios críticos de Jordi Doce (Miguel Ángel García), la reflexión aforística (José Ramón González). Especial mención merece Leopoldo Sánchez Torre, no solo por su análisis de la poesía de Taresa Lorences, Lourdes Álvarez y Berta Piñán, sino por su presencia como bien informado guía en muchas de las páginas del volumen.

En la sección final son los propios poetas los que ocupan de su obra. En más de un caso, reflexión y autobiografía consiguen resultados notables. Jordi Doce evoca a su primer mentor literario y al grupo en que cumplió con los consabidos ritos de iniciación. De poesía y melancolía habla Aurelio González Ovies. Pero no faltan los poetas que se ponen estupendos y acumulan borrosas vaguedades más o menos trascendentales o quieren cumplir un papel de profesor que no es el suyo, como en el caso de Pelayo Fueyo. Sorprende la falta de perfiles polémicos. Solo Martín López-Vega juega un poco al enfant terrible en su «carta con más preguntas que respuestas». Frente al optimismo de tantos, él opina que «la provincia sigue siendo la provincia», que se ha perdido la pujanza de los años ochenta y que Asturias no es más que «un lugar condenado al cierre por defunción».

Lo cierto es que ya no parece haber enfrentamientos estéticos. La tónica general de los nuevos poetas la da Ana Vega, con sus palmaditas a todos: Marín Estrada, que «nos devuelve la fe», Silvia Ugidos «y el bisturí certero de su pluma», Rubén Darío Rodríguez «y su investigación del cuerpo», Pelayo Fueyo, «genio llevado al extremo», Javier Lasheras «y el homenaje al grandísimo Félix Grande», Sofía Castañón, Alejandra Sirvent, Pablo Texón, Catarina Valdés, Miguel Postigo, David González, Inés Toledo? El recuento de Ana Vega resulta inacabable, acaban faltándole adjetivos encomiásticos para tantos colegas.

Idéntico procedimiento de acrítico eclecticismo utiliza el coordinador de este volumen, Carlos X. Ardavín, quien desde la distancia -es profesor en la Universidad de San Antonio, en Texas- ha procurado reunir las dispersas piezas de la bibliografía poética asturiana. A su trabajo recopilador apenas se le pueden poner reparos, aunque se eche en falta un poco más de criterio propio a la hora de jerarquizar a los poetas y una cierta distinción entre los autores con obra hecha y los que todavía apenas han publicado un puñado de borradores.

Pero la heterogeneidad, que alejará a algunos lectores, tiene también su gracia. No deja de ser divertido comprobar cómo algunos críticos hacen literatura. De Carmen Borja, nacida en Gijón en 1957, se nos dice que «pronto sintió, con el desgarro de la adolescencia, la necesidad de buscar un asidero más seguro que las olas del norte que golpeaban los muros del puerto, sobrepujaban la noche y humedecían las paredes de su casa». Otros críticos evocan crípticamente viejas polémicas, como cuando Eduardo San José defiende al grupo Nómadas de la acusación de ser «la sucursal asturiana del grupo de Valladolid» mientras reprocha «la terca perdurabilidad de otros grupos aun por encima del tránsito definitivo de todos sus miembros, apretadas sus filas en torno a la existencia de unas jerarquías fijas». Más curioso todavía, y más inane para cualquier lector, resulta «Hermes, una introducción» («Una introducción a la introducción» se precisa en la primera línea), presunto trabajo crítico que parece redactado con el método de la escritura automática: «Después de los libros, han llegado los niños: Mateo, Nicolás. Ser simultáneos, como ser eclécticos, es una distinguida forma de superficialidad. Pero luego hay mujeres con las que te encuentras encaramado en lo más algo de una calle que piden con la mirada otro poco de aquella dispersión; de aquella solicitud por estar un poco en todo; de aquella insensatez levemente brasileña, abusadora».

A pesar de su apariencia de centón, hay nombres que han quedado fuera: Francisco Álvarez Velasco, Alberto Vega, Teresa Soto, premio Adonais en el 2007, Marián Suárez, pero eso no le quita valor al trabajo de Carlos X. Ardavín, imprescindible para los que quieran estudiar la poesía asturiana de las últimas décadas. Para mí, juez y parte en estas lides, es algo más que una recopilación académica, es casi un libro de familia.

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